La caja B y el fallo de seguridad de internet, no me parecen noticias, ni siquiera me parecen comentarios de autobús, o de metro, o de puesto de frutería.
La financiación, el espionaje, esa oscuridad que desconocemos los religiosos declarantes de Hacienda, temerosos de recibir una citación del inspector, cansado de escuchar excusas de caducidad de plazos, con una fila de diez metros para dar la absolución y rezar diez IVAS nuestros.
Llevo semanas oyendo tambores por los polígonos, por los ribazos, por las explanadas. Primero ensayan en pequeños grupos, después en círculo. Tambores machacones, sin llegar a música. Tripas de cerdo, de cordero, vibrando, y Europa lejos, encerrada tras los Pirineos, huyendo de las cofradías de la superstición.
Me canso de este país, o lo que sea. Tenía un mapa clavado con chinchetas en una pared azul. El mapa de España sin Portugal parece ridículo, irreconocible. Si Cataluña se marcha (quizás nunca estuvo), parecerá una galleta mordida por perros grises ibéricos, riñendo por aspirar a colores rojo y azul.
La operación salida y sus muertos santos. La prisa por llegar desesperados al mar, como si quisiéramos enterrarnos en la arena como cangrejos.
El Hombre del Tiempo que no puede decir la verdad, ya estamos acostumbrados.
Automóviles cargados con las tablets, los smartphones y cámaras Nikon. Cuatro días para hacer quinientas fotos y jugar, jugar matando zombies con el pulgar.
Y Bisbal saca un disco, toda esa morralla de letras gastadas, y el Master Chef, y la Pesadlla en la Cocina, y Cuéntame para entretenerme a la hora de la cena.
Y tú y yo sin conocernos. Nos trasladamos para evitarnos. Una actividad frenética que nos devuelve a la realidad inmóvil.
Y los tambores percutiendo, como si fuera a ocurrir algo. Los capirotes, la gente aburrida en las aceras. La falta de fe en la vida, la verdadera vida.
Preferimos la resurrección de la carne en la parrilla.
Pronto la feria de Abril, el Día del Libro (del comercio del libro), las elecciones europeas... y mayo y su primer día del subempleo. El buen tiempo, la hierba y las parejas brotando del suelo.
Además es viernes y el cine de estreno, y el vale canjeable de Pans and Company.
Soy deflacionario, estoy bajando mi precio.
La poesía muerta por la falta de silencio.
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