Estoy enfermo, todo me
parece maravilloso ¿es así como debe ocurrir no?
Siento la vida, me
recorre como si quemara ramas viejas y secas, zarzas, esqueletos de árboles,
líneas meridionales y paralelos imaginarios.
Te escribo mientras
vuelas. Tengo ganas de llorar sobre ti
Hay una tormenta limpia
que tranquiliza y asusta
La invasión ¿sabes cómo
se prepara?
Nos ponen en la primera
línea. Descubrimos el pecho y lo mostramos a los proyectiles, y a la dulzura de
estar atravesados, la dulce sangre en la boca, llena de hemoglobina y
sustancias internas.
Los amantes caminan
jornadas enteras, cargados con sus pertrechos, que transportan de batalla en
batalla.
Los días de barro, las
noches de hielo, las primaveras naciendo en los cascos.
Mientras uno duerme
otro hace guardia, escuchando los sonidos inquietantes, la oscuridad mira con
la profundidad de la tierra, velas el sueño y miras la hora. No hay nada más
importante que estar despierto.
A la guardia nocturna
se le llama imaginaria, y entre los amantes se dan el relevo, se comunican
novedades y el recuento de las existencias. Las horas centrales son las que más
desorientan, suceden escenas mágicas, son los restos de realidades rechazadas.
Los pasos no conducen a
ningún sitio, sólo a cumplir la misión sagrada. El estómago no entiende la
vigilia, se pregunta cuándo empieza su trabajo. Hay una inmensa nada delante,
detrás no quieres mirar. El libro no quiere hablar claro, pero sus frases son
como olas negras, que van devolviendo los cadáveres de los naufragios, las
miradas perdidas desde la playa, los últimos trozos de calor.
El amante dormido
respira. Su rostro es de cristal. Amas con la mirada, y te preguntas cómo
podrás traducir lo que piensas a la mañana siguiente; eso no ocurrirá, porque
todo está guardado en la guardia nocturna, y la luz rompe la idea.
¿Sigues ahí? claro que
sigues ahí, conoces mi refugio
prometo enseñarte el
laberinto donde nacen las bestias que nos dominan
Debo escribirte con la
lejana tecnología, eres tú quien la guía, y quien se posa en mis labios, para
rodearme de un trozo de jardín robado al paraíso.
Absorberé tu dolor,
siempre regreso al lugar de los hechos, y tomo las muestras delicadamente.
Hay que mirar la cara a
lo que queda de nosotros al final el día, reconstruir lo que se mantiene, el
resultado del alquiler de nuestras fuerzas y comprobar si realmente hemos sido
nosotros mismos, o somos esa pieza que siempre tiene repuesto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario