De pronto hay un aluvión de buenas noticias
un arqueólogo descubre tus huesos y los limpia
deciden firmar unos papeles
y te dan de baja en el censo de los enfermos
Te despojas del pijama azul, en el cual calculabas el hueco de sus bolsillos para dejar el pañuelo
recoges la mesita de campaña: los libros, las toallitas perfumadas, cables de batería.
comes tu última comida con el compañero de habitación, intercambiando teléfonos. Llega una nueva remesa de huesos rotos. Con sus maletas de ruedas, y sus libros, y sus cables de batería.
Miro mi cama. El hueco que martirizaba mis glúteos. Las pérfidas arrugas que dejaban marca en la piel. El ángulo exacto por el que nacía el sol en el pasillo.
Me ha vuelto a conocer gente.
Me he esforzado por dar la impresión de tener buen humor, cuando mi humor es un hijoputa, que debo dominar para no herir.
Se quedan mis enfermeras, mis auxiliares, la patrulla de médicos con las manos cruzadas en la espalda.
Se queda el ser convaleciente, y se marcha el que sigue enfermo.
Vuelvo a la circulación
vuelvo a ser moneda de curso ilegal
me recomiendan que descanse
cuando salgo al campo de batalla
y los depredadores van a por los más débiles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario